Log In


Reset Password
  • MENU
    News
    Tuesday, April 30, 2024

    El dolor de los deportados en México separados de sus hijos

    SAN SIMÓN EL ALTO, México

    Cuando deportaron a Alejandro Cedillo de Estados Unidos, sus hijos nacidos en Florida eran niños pequeños. Pasarían seis años para que pudiera volver a verlos.

    Cedillo regresó solo a San Simón el Alto, un pueblo en la cima de una montaña del Estado de México, a unas horas de la capital y del cual había partido nueve años antes a sus 17. Ahí vive el resto de su familia.

    Al final muchos regresan, como Cedillo, ahora de 32 años. A algunos los deportan; otros vuelven para cuidar a algún padre o familiar enfermo, o simplemente deciden que es tiempo de salir de Estados Unidos.

    Sin embargo, el regreso al hogar nunca es el final de la historia. La secuela difícilmente es simple y, para quienes dejan atrás a sus hijos, es una agonía.

    Los defensores en México de los inmigrantes señalan que los recién llegados necesitan empleo, asesoría y ayuda con la enorme burocracia para poder reiniciar sus vidas en un país del que la mayoría de ellos se fueron hace más de una década.

    El presidente Enrique Peña Nieto ha destinado 50 millones de dólares adicionales a los consulados mexicanos para ayudar a los inmigrantes en Estados Unidos y el congreso mexicano ha cambiado la ley para facilitar que los hijos de quienes son repatriados puedan inscribirse a estudiar. Algunos gobiernos estatales están ofreciendo subvenciones para los inmigrantes deportados que quieran establecer pequeños negocios.

    Cedillo sin poder entrar en Estados Unidos, necesitaba una forma de persuadir a un juez de lo familiar en Fort Pierce, Florida, para que le permitiera criar a sus hijos. Intentó recalcar que tenían un hogar en México, pero encontró poca empatía en el tribunal.

    Desesperado, encontró ayuda en el Instituto Corner, que trabaja con los migrantes deportados al pueblo de Malinalco, a poca distancia en coche desde la montaña donde está San Simón.

    Los migrantes tocan a la puerta del instituto cuando tienen problemas que reflejan las complejidades de las familias divididas entre ambos países.

    El instituto le consiguió un abogado en Florida para Cedillo, quien ganó la custodia. En octubre, los niños llegaron a vivir con un padre del que apenas se acordaban y a un país que no conocían.

    Ahora Cedillo es una presencia constante en la vida de sus hijos: los lleva y los recoge de la escuela. A Alejandra, de 9 años y retraída, la protegen Yaczuri y Cintia, sus dos primas. Ángel, de 10 años y quien habla mejor español, se ha adaptado con mayor facilidad.